BASADO EN HECHOS
REALES
Con el fin de evitar
posibles acciones legales la identidad de los personajes que aparecen ha sido
modificada. Salvo la mía. De momento no tengo intención de denunciarme.
La presente historia
se desarrolla a mediados de los ochenta, en una sala de urgencias de cualquier hospital
comarcal de la Catalunya industrial (de aquella época) apuntalada por columnas
metálicas debido al devastador efecto que las termitas habían ejercido sobre
las originales de madera.
Mati siempre fue una
de mis adjuntas de guardia favoritas en mi etapa de residente. Era, y lo sigue
siendo porqué tuve oportunidad de conversar con ella hace unos meses,
simpática, afable y divertida. La única persona que por tal de mantener su
dieta mediterránea era capaz de salir de la guardia a la calle a comprarse los
ingredientes necesarios. No era una dieta mediterránea habitual, era la versión
francesa: se pasaba el día comiendo cruasanes de chocolate.
Pero si algo nos
empujaba a los residentes a querer hacer guardias con Mati no era su
arrolladora personalidad, ni su generosidad para con nosotros cuando volvía de
la pastelería, era su predisposición total a enseñarnos cualquier procedimiento
nuevo a los residentes. A lo mejor –no voy a entrar a discutir este aspecto-
por ser ella la adjunta más joven y yo el R1 coincidimos en muchas guardias de
viernes…
Una de esas tardes de
viernes teníamos en un box un niño de unos siete años con una sospecha de
meningitis: fiebre, mal estado general, vómitos, Kerning y Brudzinki positivos,
hemograma compatible… En fin, lo que vendría a ser una meningitis de libro (de
pediatría).
-
¿Te
atreves con la punción lumbar? Dijo Mati con esos ojillos brillantes clavados
en mi ser que se estaba temiendo la pregunta.
-
¡Claro!
Respondí inmediatamente cual R1 con ansias de aprender.
Todo estaba
preparado: Pedro el más grande, que no mayor de nuestros residentes, aguantaba
al niño, sus 1,92 metros daban para eso y para mucho más. Mati, después de
haberle dado un repaso al procedimiento, se mantenía apartada, contemplando la
situación desde una distancia suficientemente prudente como para no echar el
aliento en el cogote de ninguno de los tres, dispuesta a recoger las muestras
llegado el momento.
Y ahí estoy yo.
Busco el espacio entre las apófisis de las vértebras, lo marco suavemente con
una presión de la uña. Saco la aguja de
su funda. Le quito el capuchón y empleo el dedo pulgar de la mano izquierda a modo
de guía para empezar a penetrar con la aguja por el lugar marcado.
Todo perfecto, sin fisuras, como si lo hubiera hecho miles de veces. De haber
estado en una película del Doctor Gannon, sin ninguna duda este hubiera sido el
momento en que cualquier bellezón puesto a enfermera me hubiera secado el sudor
de la frente. No era el caso… El caso
era que la aguja no entraba, se incurvaba respondiendo a mi presión sin
atravesar ni un ápice la piel del niño. Cuanto más presionaba yo más se incurvaba
la aguja, una y otra vez…
Viendo la tardanza y
que la cantidad de sudor en mi frente iba creciendo de manera proporcional a
ella Mati decidió dar un par de pasos hacia mí, mientras preguntaba, como quién
no quiere la cosa: ¿No estarás pinchando hueso?*
*NdR: Pinchar hueso
es, textualmente, eso. Si determinas mal la zona a puncionar pinchas en alguna zona
de la vértebra y, evidentemente, la aguja no progresa. Es uno de los errores
más frecuentes en las punciones de los novatos.
- No, no, no es eso –dije
mientras ella llegaba a colocarse a mi lado- es que ni tan solo atravieso la
piel. Lo siguiente que vi fueron las
lágrimas que le saltaban de pura risa… Tuvo que respirar varias veces antes de
haber tomado el resuello suficiente como para decirme que en lugar de haber
sacado del capuchón la aguja había tomado el fiador que estas llevan en su
interior para evitar que se obstruyan ar ir atravesando los diversos tejidos. Evidentemente eso es tan sumamente fino que se dobla con la más mínima presión.
En fin… nobody is
perfect.
Moraleja: No hay mejor teoría que diez prácticas.
Moraleja: No hay mejor teoría que diez prácticas.
En mi segunda punción
lumbar coincidimos los mismos protagonistas.
Era un niño más pequeño, cuando lo empecé a pinchar saltó de la camilla, estábamos
los tres tan pendientes del procedimiento y de cómo tomaba yo la aguja que
Pedro olvidó agarrarlo. Por suerte lo pescó al vuelo y la cosa no tuvo más
consecuencias. Pero eso ya es otra historia.
Steely Dan - Do it again
Para saber más:
- ¿Se realiza correctamente la punción lumbar en pediatría? Revisión de las recomendaciones actuales y análisis de la realidad en: http://www.analesdepediatria.org/es/se-realiza-correctamente-puncion-lumbar/articulo/S1695403312000604/
Ja, Ja!!!!: He reconegut a Pedrooo!!
ResponderEliminarQuins anys mes feliços
La "Mati" tampoc és massa difícil d'esbrinar qui és. Jajaja!
ResponderEliminarCertament! Allò era un equip. Una abraçada!