La forma en que
calzamos a los niños tiene importancia en la higiene y en la configuración
definitiva del pié, así como en el desarrollo de la marcha.
Debemos huir de
modas y tendencias y emplear el calzado adecuado a cada etapa del crecimiento. Esos
zapatos tan cool reservémoslos para sufrir nosotros y a él pongámoselo lo más
fácil posible.
En el momento de
la compra deberíamos observar los siguientes puntos en la configuración del
zapato:
a) En
general el material de elaboración debe ser natural y transpirable. Los pies de
los niños son una inagotable fuente de sudoración.
b) La
parte anterior debe ser ancha y flexible para facilitar el movimiento de los
dedos y evitar rozaduras.
c) La parte
posterior y lateral, el llamado contrafuerte, debe ser sólido para proteger
frente a posibles torceduras (tan frecuentes en esa edad) pero no debe
sobrepasar en altura los maléolos del tobillo (esos huesecillos que hay a cada
lado) para favorecer la movilidad de musculatura y ligamentos de esa zona. Eso nos
dará una marcha segura, con libertad de movimientos y, a la vez, protegida.
d) La suela debería ser antideslizante y plana. No
debe ser demasiado gruesa y siempre flexible. Lo que facilitará una motilidad
adecuada.
e) La
zona interior de la plantilla debe ser plana, sin añadidos que eleven el “puente”
del pie. Los padres eligen los zapatos con esas hormas supuestamente
beneficiosas sin saber que no son más que un elemento de márquetin totalmente inútil,
incluso, perjudicial en ocasiones.
f) f) El cierre ha de permitir una buena sujeción del
calzado al pie y debe ser ajustable. Cierres tipo “Velcro” facilitan, además,
la autonomía del niño.
Pasemos a verificar la talla y comprobemos que:
a) Una
vez cerrado podemos introducir por la parte posterior nuestro dedo índice entre
el zapato y el pie de manera holgada.
b) El
dedo más largo, habitualmente el gordo pero no siempre, dista aproximadamente
1,5 cms. de la puntera.
c) Miraremos
el pie al sacarlo del calzado en busca de zonas eritematosa para comprobar que
no hay rozaduras ni zonas de compresión.
d) Deberíamos
repetir estas verificaciones en cada nueva compra ya que el tallaje puede
variar dependiendo del fabricante e incluso del modelo.
e) Ante
la duda escojamos siempre un zapato ligeramente sobradito.
Y para terminar
las últimas reflexiones:
a) Un
niño no suele quejarse por llevar los zapatos pequeños ya que sus pies son tan
elásticos que pueden soportar la compresión sin producirle dolor.
b) Afortunadamente
en los recreos del cole se sigue jugando al futbol y al pilla-pilla, el zapato
debe ser capaz de aguantar todo eso y más.
c) Una
determinada marca o un precio elevado no son garantía de nada.
d) Tengamos
presente que la temperatura en clase un día de invierno en la punta máxima de
calefacción puede llegar a ser más intensa que la de Écija el 15 de Agosto. Lo
que nos lleva, de nuevo, al primer punto en nuestra chuleta de compra de
zapatos.
¡Feliz paseo!