Entiendo el sentimiento que nos transmite JM López Nicolás en su entrada
La muerte de Frozen que Disney nos ocultó tras demostrar de manera irrefutable la muerte de la princesa Anna, no tanto por la pena que le produce esa muerte (que es poca) como por la alegría que le da saber que sin ella no puede existir la segunda parte de la película que, según fuentes fidedignas -a raíz de un comentario de Luis Labrador (@DBfilm), modelador y uno de los artífices españoles de Frozen- está ya en avanzada fase de producción. Torturado por las más de 60 (sesenta) veces que se ha visto obligado a verla a petición de su hija, su insoportable sufrimiento le ha impelido a echar mano de sus amplios conocimientos científicos para demostrar que bajo ningún concepto esa secuela es posible. Sin protagonista no hay film que valga: eso está claro.
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Anna y Elsa languidecen tras la lluvia. |
Pero, ¿por qué ha visto esa desproporcionada cantidad de veces la misma película? ¿por qué tú también te ves abocado a ver siempre la misma película "favorita" de tu hijo, cuando tu filmoteca infantil es -no seré yo quien lo dude- de las más amplias de Europa? La respuesta es fácil, clara y concisa: la culpa es tuya -¿y eso?, te preguntarás. Fácil también: tú eres el verdadero responsable de esa "esclavitud de repeticiones". Y si tienes cinco minutos y la paciencia para seguir leyendo te lo intentaré explicar.
Antes de continuar y sin el menor ánimo de señalar a nadie, permíteme recordar que la Asociación Americana de Pediatría recomienda que los niños por debajo de los dos años de edad no deben dedicar nada de su tiempo a mirar pantallas de ningún tipo. Si por esas cosas que pasan tu hijo/a en alguna ocasión ha incumplido esa norma, no te preocupes, según estudios recientes aproximadamente el 40% de los bebés de 3 meses y el 90% de los niños de 2 años se la saltan, bueno, ellos no, sus padres o cuidadores.
Al grano, las razones que conducen a los niños a pedir que les pongamos una y otra vez la misma película son varias, repasémoslas: